ARGENTINA Y SU POSICION FRENTE AL CAMBIO CLIMÁTICO

La comunidad científica internacional, con evidencias y comprobaciones que exceden las posturas ideológicas o subjetivas, ha determinado y demostrado que las personas y sus actividades son los responsables del calentamiento global de los últimos 200 años. Las actividades humanas generan gases de efecto invernadero que incrementar la temperatura global en el planeta, al ritmo más veloz de los 2000 últimos años.

La temperatura media de la Tierra es ahora 1,1 °C más elevada que a finales del siglo XIX, antes de la revolución industrial, y más elevada en términos absolutos que en los últimos 100 000 años. La última década (2011-2020) fue la más cálida registrada. En esa línea, cada una de las cuatro décadas últimas ha sido más caliente que cualquier otra década desde 1850.

El concierto de las Naciones Unidas se ha manifestado, reiteradamente, que los países deben asumir un real y efectivo compromiso para lograr la reducción de sus emisiones en un 42 por ciento para 2030 y, subsecuentemente, un 57 por ciento para 2035, si queremos evitar el aumento en 1,5 grados centígrados, por encima de los niveles preindustriales.

Si no se logra esta significativa reducción, el planeta se encamina irremediablemente a un escenario en el cual la temperatura ascenderá de 2,6 a 3,1 grados centígrados, a lo largo de este siglo, con consecuencias catastróficas a futuro.

Las consecuencias del cambio climático incluyen ahora, entre otras, sequías intensas, escasez de agua, incendios graves, aumento del nivel del mar, inundaciones, deshielo de los polos, tormentas catastróficas y disminución de la biodiversidad.

A pesar de las preocupaciones y el esfuerzo de la enorme mayoría de las naciones frente a este urgente desafío, el presidente Javier Milei, conocido por su negacionismo respecto al cambio climático, toma el camino inverso y coloca a Argentina en el lugar de la sinrazón y la porfiria ideológica de escaso e irresponsable vuelo.

La decisión de retirar a la delegación argentina de la cumbre del clima COP29, que se desarrolla en Bakú, Azerbaiyán, y tiene como debate central el financiamiento del Acuerdo de París para combatir el calentamiento global, representa un serio golpe a la reputación y lesiona los acuerdos y compromisos que Argentina celebró en el pasado.

En 2016, la República Argentina, ratificó el compromiso de reducir un 15% las emisiones de gases de efecto invernadero entre 2020 y 2030. Posteriormente, durante la anterior administración nacional, se aumentó la apuesta y se comprometió a reducir las emisiones en un 26%.

Hasta el año pasado, Argentina consideraba a la lucha contra el cambio climático como “una política de Estado”.

Eso, lamentablemente, ha cambiado.

El Acuerdo de París —el convenio de Naciones Unidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en pos de evitar el aumento de la temperatura global— que Argentina ha suscrito, corre riesgo de ser abandonado por decisión del gobierno de Milei, quien está considerando retirar a Argentina de dicho acuerdo climático, una medida drástica que solo ha tomado otro dirigente mundial en el pasado: Donald Trump.

Si Argentina abandona el acuerdo, practicando un brutal seguidismo de la casi segura salida de Estados Unidos, por decisión de Trump, a algunos países les preocupa que pueda desencadenar un efecto dominó, impulsando a otras naciones a reconsiderar su propia participación.

Es imprescindible que la sociedad tome nota y haga suyo la necesidad de unir al país a los esfuerzos globales en pos de construir los consensos necesarios a fin de salvar al planeta.

El desafío es enorme, pero ya el mundo está trabajando en las soluciones que no solo combaten el Cambio Climático, sino que aportan beneficios económicos a las sociedades.

Esto, en consonancia con marcos y acuerdos globales que orientan esfuerzos y trazan una guía para el futuro, como lo son los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), la Convención Marco sobre el Cambio Climático y el mencionado Acuerdo de París, estructuradas en tres categorías de acción: reducir las emisiones, adaptarse a los impactos climáticos y financiar los ajustes necesarios. 

Naciones Unidas postula, asimismo, que “el cambio de los sistemas energéticos de los combustibles fósiles a las energías renovables, como la solar o la eólica, reducirá las emisiones que provocan el cambio climático”.

Pero tenemos que empezar ya mismo.

Aunque una coalición cada vez más numerosa de países se compromete a alcanzar las emisiones cero para 2050, alrededor de la mitad de los recortes en las emisiones deben producirse antes de 2030 para mantener el calentamiento por debajo de 1,5 °C.

Este logro requiere grandes reducciones en el uso de carbón, petróleo y gas. Para evitar consecuencias climáticas catastróficas, para antes de 2050, debemos reducir en más de dos tercios la extracción de las reservas actuales confirmadas de combustibles fósiles”.

El diagnóstico está claro. Las alertas están a la orden del día. De manera rutinaria observamos en el mundo como los efectos del cambio climático comienzan a sentirse de una manera cada vez más intensa y destructiva. Fenómenos hidrometeorológicos más destructivos arrasan pueblos y comunidades. Destruyen infraestructura, sueños y futuro. Las señales están presentes.

Debemos asumir el compromiso de pasar a la acción.

Recientemente, un trabajo presentado por la Fundación Alem, ha destacado algunas posiciones a resaltar, entre las que podemos mencionar:

  1. Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado (NCQG):

La adopción del NCQG es entendida un paso esencial para garantizar el financiamiento climático necesario para la implementación de las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDCs) y los planes nacionales de adaptación.

Este objetivo debe ser establecido con base en las necesidades y prioridades de los países en desarrollo, asegurando que el financiamiento se destine a proyectos que realmente impacten en la mitigación y adaptación climática.

  1. Transparencia y Rendición de Cuentas:

Todos los países deben cumplir con la presentación de sus informes bienales de transparencia (BTR) antes del 31 de diciembre de 2024. Apoyamos la implementación de mecanismos de monitoreo y evaluación más robustos que permitan evaluar el progreso real en la reducción de emisiones y la implementación de políticas de adaptación.

  1. NDCs 3.0:

La actualización de las NDCs, que debe presentarse antes del 1° de febrero de 2025, es una oportunidad clave para que los países aumenten sus ambiciones climáticas.

Argentina y los países de América Latina y el Caribe, además de los miembros de sus grupos de negociación, tanto “Grupo Sur” como el “G77 + China” deben presentar NDCs ambiciosas y alineadas con los objetivos del Acuerdo de París, evitando retrasos y mostrando liderazgo en la región.

  1. Objetivo Global de Adaptación (GGA):

Es crucial que los indicadores del GGA, en los que se trabajará durante 2024 y 2025, reflejen la realidad de los países en desarrollo y vinculen las negociaciones de financiamiento y adaptación.

Argentina debe jugar un rol activo en la definición de estos indicadores, asegurando que las necesidades de la región sean consideradas.

  1. Sostener el modelo de gobernanza climática de Argentina y fortalecer la participación en la gobernanza internacional:

Resaltamos la importancia de que Argentina mantenga y fortalezca el modelo de gobernanza climática establecido en la Ley de Presupuestos Mínimos 27.520, que establece las bases para una política climática integral y coherente en todo el territorio nacional. Es fundamental que los Estados subnacionales continúen avanzando en la elaboración y ejecución de sus propios planes de respuesta climática, alineados con las políticas nacionales y con el objetivo de promover una transición justa y equitativa en cada región del país, que respete nuestro sistema de gobierno federal.

En el futuro, se asoma la COP30 en Belén, Brasil, el próximo hito en el camino de los acuerdos en pos de responder a la urgencia de la crisis climática.

La crisis climática representa un desafío existencial que trasciende fronteras políticas e ideológicas. Argentina, como parte de una comunidad global interconectada, no puede darse el lujo de retroceder en sus compromisos climáticos. El cambio climático no es una opción política, sino una realidad científica que requiere acción inmediata, coordinada y multilateral.

La verdadera fortaleza de una nación en el siglo XXI se medirá por su capacidad de adaptación, su compromiso con la sostenibilidad y su disposición para colaborar en soluciones globales. El aislacionismo climático no solo perjudica a un país, sino que debilita los esfuerzos colectivos para mitigar una crisis que amenaza la existencia misma de las sociedades humanas.

La transición hacia una economía baja en carbono no es un gasto, sino una inversión en resiliencia, innovación y futuro. Argentina tiene la oportunidad de ser un líder regional en esta transformación, aprovechando sus vastos recursos renovables y su potencial científico-tecnológico.

Desde CePEC (Centro de Planificación Estratégica de Córdoba) y la Fundación Ramón Bautista Mestre trabajamos activamente en la concientización y movilización de la sociedad civil. Es a través de instituciones como estas que la sociedad, mediante sus diversos actores sociales, productivos e institucionales, puede tomar un rol activo en esta transformación necesaria. La concientización y movilización social son herramientas cruciales para impulsar los cambios necesarios en las políticas públicas. El negacionismo y el aislamiento internacional no solo comprometen la calidad institucional y técnica del país, sino que representan obstáculos significativos para alcanzar un desarrollo verdaderamente sostenible.

La consolidación de compromisos de gobernanza climática y la implementación de políticas efectivas no pueden esperar. Cada decisión que tomamos hoy impacta directamente en la viabilidad de nuestro futuro colectivo. La sociedad civil organizada, las instituciones académicas, el sector productivo y cada ciudadano tienen un papel fundamental en exigir y construir un camino hacia la sostenibilidad.

En definitiva, el cambio climático es un llamado a la responsabilidad colectiva, donde cada decisión cuenta, cada reducción de emisión importa y cada compromiso internacional nos acerca a la posibilidad de un planeta más habitable y justo. El futuro promisorio y seguro que anhelamos para nuestro planeta depende de las acciones que tomemos hoy.